La política, sin reglas y sin moral 

La política, sin reglas y sin moral 

En la República Argentina hay cinco clases sociales: los ricos, los medios, los pobres, los políticos y los “boludos”, o sea, los que bancan con su trabajo a las otras cuatro clases. Insaurralde cometió un grave error,  no es un ladrón, sino un boludo. El pecado fue que lo descubrieran. Por eso debió renunciar. Somos una nación con la ley de gravedad invertida. Un universo sin reglas y sin moral. Así estamos.

Por ARISTÓBULO GONZALEZ
Caricatura: Joel Parker


Nací en la República Argentina, país donde existen rutas que no te llevan a ningún lado, obras públicas que se inauguran aun cuando no existan, monjas que no son monjas, monasterios que operan como bóvedas y funcionarios que, en vez de contar plata, la pesan, el delincuente tiene más derechos que la víctima, y si te defiendes porque un Estado ausente te obliga a hacerlo, por ahí vas en cana. En este país los fiscales" se suicidan" y hasta el Papa es peronista.

En la Argentina Kirschnerista hay cinco clases sociales claramente definidas: los ricos, los medios, los pobres, los políticos, y los boludos, o sea, los que bancan con su trabajo a las otras cuatro clases. Las escandalosas maniobras de Julio “Chocolate” Rigau con tarjetas de débito de empleados, reales y ficticios, de la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, y las fotos y vídeos del ahora ex Jefe de Gabinete de la misma provincia a bordo de un crucero en el Mar Mediterráneo son dos nuevas muestras de cuán lejos están los ciudadanos de los dirigentes.



La política, sin embargo, vive en una realidad paralela, un estrato superior al de la gente que la sostiene con sus impuestos. Pretende minimizar el escándalo cuando desliza que a Insaurralde le “tendieron una cama”, como si ese, y no la corrupción del funcionario, fuera el pecado más grave. Según esta lógica, Insaurralde es un “boludo”, no un ladrón. “fue un error grave y tuvo que pagar con la renuncia”. El pecado fue que lo descubrieran, y por eso debió renunciar. No parece que, en la lógica de la política, robar fuera lo que estuvo mal. En su universo paralelo, la palabra tiene poco valor, la ofensa no ofende y enemigos íntimos durante una campaña comparten boleta en la siguiente.

En este universo paralelo de la política, de todo se vuelve, porque todo es ficción y nada es real. Nuestro problema como ciudadanos es que la ficción ocupa cada vez más espacio en medio de nuestras penurias concretas. “Chocolate” e Insaurralde son muestras de cuánto ha avanzado el universo paralelo de la política sobre el universo real. Un universo sin reglas y sin moral. No están indignados por la corrupción; les jode que Insaurralde haya sido tan boludo.


Al kirchnerismo no le molesta que Insaurralde tenga u$s 20 millones en negro para Jesica Cirio;  tampoco le molesta que haya alquilado un yate que cuesta 12.000 euros por día y se haya ido con una modelo a comer langosta; les molesta que sea un pelotudo como dijo Jorge Rial: “lo tienen que rajar por pelotudo y por comerse tremenda opereta.” Nos convertimos en una nación, con la ley de gravedad invertida y decidimos auto-condenarnos  al kirscherismo, nuestro eterno "victimario" y "salvador". “Chocolate” e Insaurralde son muestras de cuánto ha avanzado el universo paralelo de la política sobre el universo real.

Y entendemos por qué cuando los pueblos reverencian hasta la idolatría a sus ladrones estamos como estamos: los dirigentes están cada vez más tiempo enfrascados en su universo paralelo, un universo sin reglas y sin moral.