"En un psiquiátrico no hay DDHH”

"En un psiquiátrico no hay DDHH”

Por Antonieta Toya.

Algunos autores, y yo estoy de acuerdo con esto, que todos tenemos un poco de psicosis, depende de cómo y con qué porcentaje nos vinculemos con el mundo.

Por ente, todos somos diferentes en ciertos aspectos, mas allá de la existencia de estereotipos, roles y modos de control social que asfixian el alma.

El sentido de pertenencia, esa idea creada para actuar o “rol protagónico social” de algunos autores, dan a entender esta etapa de actuación para “encajar”, para “adaptarse”.

Creo que en el cumplimiento de normas, respeto por la autoridad y este filtro social, son mis limitaciones, que aunque pueda sobrellevarlas, llevan un desgaste extra cognitivo para mí.

Cada vez me voy conociendo más desde la psicología, también sé que tengo un Edipo no resuelto del todo y reconocimiento frente al espejo escaso.

Pero lo que más me pesa, es la etiqueta del diagnóstico.

Aunque intente buscando de manera desesperada, porque podría entender algunas de mis conductas, quizás nunca lo encuentre, y esa etiqueta de “enfermedad” hace saber sé que hay algo mal conmigo, que no soy igual al resto y que las cosas me cuestan más.

Y eso, aunque suene simple, duele, es una mochila que uno carga el resto de su vida luchando contra esas limitaciones que nos ponen y estereotipan por encajar en algún diagnóstico.

No todas las personas tienen los mismos síntomas y son iguales, no podemos pretender que actúen de igual manera y tratarnos igual.

No nos adaptamos porque vemos la realidad sin sus filtros sociales, que muchas veces coexisten en la realidad; justamente ese principio de realidad se ve afectado.

Pero más allá de dar un plano de mi síntomas, mi intención es hacer entender, que la diversidad y el respeto es lo único que puede sanarnos como humanos y como personas que padecemos una enfermedad mental.

La aceptación de nuestra cualidad y condicion, es inher4ente a nuestra salud psíquica.

Si! Entender que va a haber cosas raras, algunas que no podamos controlar, otras que duelan con el alma la angustia reprimida de algún trauma, pero tenemos que ser fuertes, para convivir con nuestras sombras y dificultades.

Todos los días es una lucha y trabajo constante para mejorar nuestra calidad de vida y disminuir nuestras angustias. Superándonos días a día.

Asi el gobierno, que se traslada el poder de familia en familia y Co. No le interesan estas problemáticas sociales y de bienestar en las personas, precarizando la discapacidad y las personas que trabajan para mejorar a los pacientes.

 

 

Los de arriba están cómodos, sentados en escritorios, sabiendo que llegan a fin de mes con el sueldo y que tienen un poder inquebrantable que aumenta su  egoísmo y autoestima.

No nos dejan expresarnos, cuando estuve internada hable con una trabajadora social que sus palabras fueron “aquí dentro no tienes DDHH”, entonces en que  me convertían? En alguien sin razón, sin voz, sin alma?

La ley apar4enta igualdad pero los espacios donde circulamos son precarios y discriminadores, incluso terapeutas  y dr, falta un trabajo real para poder acercarse a las personas que sufren padecimientos y esto es falta de entendimiento y empatía.

No voy a parar de hablar por ellos, de quienes convivieron conmigo en la internación y con quienes trabaje. Son mi sostén y luz, y algunos no tienen voz.

La injusticia nos duele-, cuando vemos personas vulneradas por el sistema, es una impotencia tan gigante que llega a ser desconsoladora.

El mundo violento en el que vivimos repercute de manera inmediata en nuestra psiquis. Y el mundo fragmentado, estereotipado y solitario nos deja de lado.

Podemos pensar en otras alternativas que también pueden ser sanadoras, desde lo espiritual, y no hablo de religión, hablo de políticas de tratamientos y asistencia  más real y empática para poder progresar.

Esto es algo de lo que queremos y  nos merecemos el reconocimiento de nuestros DDHH.