El nazismo en el Uritorco

El nazismo en el Uritorco

 Por Miguel Altamira. Corresponsalía Capilla del Monte.

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Símbolo de la Ahnenerbe

Herencia Ancestral

Sociedad para el estudio de la Historia de las Ideas Primitivas

Cuando el 1 de julio de 1935, Heinrich Himmler, jefe de las temibles SS, inauguró este instituto, lo que perseguía era fundar un espacio de prestigio dedicado a crear mitos, distorsionar la verdad y generar evidencias falsas, tergiversando la historia y la arqueología, para respaldar las ideas expansionistas y raciales de su Führer, Adolf Hitler.

La Ahnenerbe se convirtió de ese modo en un reducto de mentirosos bien pagados cuya meta sería transmitir a la opinión pública, a través de libros, revistas, congresos, exposiciones y filmes, los resultados de estos hallazgos tan reveladores. Para ello, Himmler reunió a estudiosos y académicos de prestigio dentro de Alemania, generalmente profesionales ambiciosos y sin escrúpulos que buscaban escalar posición dentro de la sociedad y del Partido, sin importarles la verdad. Eran nazis oportunistas. Aunque, claro está, también estaban aquellos convencidos de las falsedades que transmitían. Ambos grupos, eran conscientes de una frase que, tiempo después, en 1948, George Orwell escribió: "Quien controla el pasado, domina el presenta". Es lo que Himmler, la Ahnenerbe y todo su ejército de místicos, historiadores, arqueólogos, folcloristas y biólogos pretendieron hacer, con un lamentable éxito.

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Karl-María Wiligut

Karl-María Wiligut. Este austríaco, nacido en 1866, hijo de un ex combatiente de la Primera Guerra Mundial y heredero del odio hacia la república de Weimar, el Tratado de Versalles y la democracia, se enroló en un grupo paramilitar de ultraderecha siendo muy joven. Tras un matrimonio frustrado y una denuncia por incesto fue internado en un manicomio. En 1927 lo dieron de alta y empezó a frecuentar ámbitos esotéricos donde hizo público sus supuestas capacidades para canalizar lo que denominaba el antiguo conocimiento de los antepasados. Siendo una persona de gran verborragia y carisma, se rodeó de mediocres que llegaron a considerarlo un sabio y en 1933 conoció personalmente a Himmler, quien quedó impresionado por sus ideas y le pidió ayuda para encontrar un lugar apropiado donde instalar el cuartel general de las SS. Según cuentan, Wiligut le recomendó (tras una canalización) un sitio en particular; según él, en donde se había librado, en épocas del decadente imperio romano, una batalla en la que un caudillo germano había vencido a las legiones romanas. Ello bastó para que Himmler (admirador de lo germánico y de la raza nórdica) comprara en ese lugar (Westfalia) el castillo de Wewelsburg, construido en el siglo XIII, e incorporara a las SS a su consultor místico quien desde ese instante se hizo llamar Weisthor (Weis es sabio, Thor es el dios del martillo). Wiligut decía que su familia remontaba el linaje a esta mítica deidad (hijo de Odín/Wotan).

Pero no le bastó un asesor como Wiligut.

El primer presidente de la Ahnenerbe fue un especialista en prehistoria cuya capacidad de comunicación era más que amplia. Se llamaba Hermann Wirth. Un tipo encantador, convincente y elocuente, que estaba convencidisimo de haber descubierto una antigua escritura sagrada, según él la más antigua del mundo, con la que (sostenía) iba a descubrir y comprender a la ancestral religión aria practicada por una civilización nórdica perdida en el Atlántico Norte, que Himmler y otros delirantes peligrosos estaban buscando.

Estas ideas le cayeron muy bien al jefe de las SS, aunque no por mucho tiempo. En 1937 (dos años después de su nombramiento) Himmler le pidió la renuncia. El motivo: Hitler no era muy afecto a las leyendas germánicas sino, a las griegas y romanas, y Wirth lo que buscaba era desplazar al catolicismo, y al protestantismo, para instalar (a futuro) esa religión que supuestamente había hallado. Políticamente eso no era conveniente. El Führer no podía ponerse en contra de esas dos instituciones y presionó a Himmler para que lo echara.

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Hermann Wirth

Es sintomático notar que, el pensamiento de Wirth, entronca con los delirios místico-esotéricos de los que hemos venido hablando respecto del Uritorco.

Wirth era un convencido de que la vida urbana prostituía el alma de la gente, creía que el nuevo hombre debía volver al campo y recuperar el pasado, abrevando en las tradiciones populares las cuales eran la entrada al conocimiento verdadero. El tema es que, para cuando Wirth lanzó su teoría sobre la escritura aria más antigua del mundo, ya se sabía a ciencia cierta que la egipcia y la mesopotámica (con 4000 años de antigüedad) eran efectivamente las más viejas y que no existían evidencias que probaran la teoría del presidente de la Ahnenerbe. Como si eso fuera poco, afirmaba que esa raza nórdica había evolucionado en el ártico y que era descendiente de los antiguos habitantes de la Atlántida; y en lo personal, perjuraba que poseía capacidades telepáticas y era clarividente.

Como puede observarse, la cabeza de la Ahnenerbe comulgaba con toda una serie de ideas imposibles, cercanas a los delirios teóricos de Acoglanis y Terrera.

La falta de originalidad de los esotéricos vernáculos también se advierte al hacer un punteo de las creencias sostenidas por el Dr. Walter Wüst, quien desde febrero de 1937 se convirtió en el nuevo presidente de la institución.

Wüst no era un nazi convencido. Se hizo nazi por conveniencia. Su puesto le dio poder e influencia. Fue un difusionista acérrimo, interesado también en la mítica raza nórdica en la que creía se había originado toda la civilización. Sostenía con vehemencia que desde Europa, esto arios blancos, valeroso, inteligentes, bien formados, habían emigrado primero a Irán, después Afganistán y finalmente la India; y que el libro sagrado hindú, escrito en sánscrito, el Rig-Veda, era un documento de la raza nórdica.

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Walter Wüst

Los eruditos reunidos en la Ahnenerbe también comulgaban con estas fantasías.

Uno de ellos, el arquitecto Edmund Kiss, afirmaba haber localizado una antiquísima colonia nórdica en el actual territorio de Bolivia. Concretamente en las ruinas de Tiahuanaco.

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Edmund Kiss

Para él, el yacimiento tenía una antigüedad de más de un millón de años, y para sostener esa locura partía de una teoría cataclísmica que hablaba de cinco lunas anteriores a la nuestra estrellándose contra la Tierra y borrando todas evidencias de esa primigenia civilización aria en la que soñaba. Sólo dos lugares habían resultado a salvo: el Tíbet y los Andes bolivianos. Por ende, las ruinas de Tiahuanaco, con su Puerta del Sol y demás esculturas decorando sus edificios, eran para Kiss pruebas de la existencia de arios en el altiplano hacía miles y miles de años.

Así pues, guiada por estas ideas locas, la Ahnenerbe organizó ocho expediciones documentadas y probadas históricamente. Tal vez la más famosa sea la practicada en 1938 al Tíbet y de la cual hay profusa evidencia desde que (en 1970) se encontraron los archivos y filmaciones oficiales.

Las teorías difusionistas, que explican el origen ario de todas las civilizaciones del mundo, tuvieron éxito en muchos ámbitos, incluso en personas que llegaron a creer que los comechingones eran de origen nórdico. Después, sí, vinieron sus epígonos menos despiertos, repitiendo los mismos prejuicios, levantando las mismas banderas raciales, pero mezclando todo con ovnis, extraterrestres, intraterrestres, hermandades blancas y energías misteriosas.

Hay pocas cosas nuevas bajo el sol.

Todo se recicla.