
María Elena Walsh, el recuerdo y un legado para muchos argentinos
María Elena Walsh, un símbolo de la poesía, dejaba de existir hace más de una década
Doce años atrás, exactamente un 10 de Enero de 2011, en Buenos Aires, se apagaba la vida de María Elena Walsh. Nacida el 1 de Febrero de 1930, desarrolló en Ramos Mejía (AMBA) sus primeros años de vida. Su casa siempre estuvo inmersa en manifestaciones musicales. Su padre, de clara ascendencia británica, era ferroviario y pianista e hizo que esa infancia estuviese rodeada de canciones infantiles tradicionales irlandesas.
A los 12 años ingresó en la escuela de Bellas Artes de Belgrano, a los 21 años inició una gira por Europa con su pareja Leda Valladares. Fueron dos intérpretes folclóricas que llevaron al Viejo Continente, lo relacionado a nuestra música, al punto de llegar a grabar varios discos. Estando en Paris, María Elena comenzó a escribir poemas para niños, de regreso en Buenos Aires en 1958 fue guionista de un programa infantil para la TV y en 1959 estrenó su obra "Los sueños del Rey Bombo".
Fue a partir de allí que se fueron creando una significativa cantidad de libros, obras teatrales, canciones y discos de excepción. Se transformó en la escritora infantil más importante de América, todo ello sin dejar de hacer poesía y canciones para adultos como la aclamada "Como la cigarra".
Amada y respetada dejó un sinfín de canciones infantiles que los críticos definieron en algún momento como “una caricia a la esencia de la niñez, a la inocencia, al encanto, al pensamiento mágico y al sueño, sin subestimarlo y carente de dobles mensajes”. Según sus admiradores, había conseguido un gran objetivo “ese mérito estuvo vinculado en acercar la poesía a los niños”. Algunos títulos de sus canciones fueron: "En el país de no me acuerdo", "El reino del revés", "Canción para tomar el té", "La tortuga Manuelita", "Canción de la vacuna", "La vaca estudiosa", "La reina batata", "Canción del jardinero", "El perro salchicha", "El twist del mono liso", "La canción de Osías", "Adivina adivinador", "La farolera", "Chacarera de los gatos", "Don Enrique del meñique" y la mejor de todas "La canción del jacarandá", que compuso junto a Palito Ortega, son su amado legado para varias generaciones.