Historia de amor y tragedias: “El Bamba”, una leyenda cordobesa nacida en Punilla

Historia de amor y tragedias: “El Bamba”, una leyenda cordobesa nacida en Punilla

Por Rubén Omar Scollo

Nuestro territorio nacional presenta de sur a norte y de oeste a este, leyendas que trascendieron a través del tiempo para transformarse en cuasi-verdades históricas. De todos los pueblos indígenas se desprenden armoniosas joyas populares que entrelazan amor, odios, venganzas y tragedias.

Una de ellas es aquella del Litoral que se hizo canción, como la de un niño aborigen que cae de un árbol y se convierte en pájaro para atravesar constantemente un cielo “azul turquí”. Ese pájaro es el chogüí, que tanto representa a las provincias del noreste argentino. Otra es la de la “marraca misionera”, la que perturba el dormir de los niños traviesos, quienes  por las siestas no desean conciliar el sueño.

Pero la del “indio Bamba”, no sólo es cordobesa, sino representativa de un Valle que encierra tantos misterios como situaciones del pasado que merecen ser contadas y narradas.

Y siguiendo con la leyenda local, cabe una descripción de las varias que definen a aquél indiecito cordobés. Algunos aseguran que a mediados del siglo XIX y en el interior de la provincia, existía una adinerada familia que tenía entre sus posesiones a varios esclavos; según se cuenta, uno de ellos era “el Bamba”.

Otros aseveraron que esa historia nace  producto de un romance entre un español, hermano del regidor Juan de Allende, y de una bella mujer nativa. El origen del niño fue ocultado y Don Juan lo adopta como un sirviente “más que especial”, siendo su función el cuidado de su hija Magdalena. Cierto día un pretendiente le declara amor a la hermosa joven y el “esclavo”, quien la amaba a escondidas desconociendo ser su primo, callaba las verdades del cortejante. Él, conocía sobre las mentiras de ese petulante muchacho que engañaba a Magdalena, ya que en verdad  estaba  en noviazgo con una mujer viuda. Para hacer justicia con  la bella muchacha y cansado de no expresar abiertamente su amor hacia ella, Bamba asesina al mentiroso pretendiente y luego del hecho, huye hacia el sur. 

Pasaron varias lunas hasta que  Bamba regresa a buscarla y ella, dulcemente lo acompaña sin ofrecer resistencia alguna. Ya en una zona montañosa de la provincia, la pareja formalizó su relación desconociendo el cercano parentesco. De los cuatro hijos que tuvieron, el cuarto nació ciego. Hartos del destino del pequeño, los tres hermanos deciden ir en la búsqueda de la flor de Liriolay, que según decían era sanadora de los que no poseían  “la visión del mundo”.

No se supo nunca qué sucedió, pero Magín, Crespín y Delfín, nunca regresaron. Los amantes ante tal ingrato suceso, subsistieron un tiempo comiendo alimentos de la zona y ya estaban al borde de la locura. Bamba, en una de esas incursiones para obtener un alimento digno, fallece de forma accidental. Algunos cuentan que cayó  a un precipicio.

 La viuda, luego de un tiempo  de buscar a su pareja  regresa a su cueva, pero la horrenda  fatalidad volvió a golpearla. Al llegar, encuentra a su hijo ciego muerto. No soportando el dolor vuelve a su morada, a su antigua casa y decide recluirse en un convento hasta su deceso. Según se describe, ese  lugar era el de Las Carmelitas Descalzas. 

Otros narraron la leyenda como el encuentro de un esclavo indígena y una señorita hija de un rico hacendado español,  quienes al consolidar su amor estuvieron veinte años juntos. El castigo fue darle ese cuarto hijo desprovisto de la “luz de la vida”. Pero esa segunda leyenda asegura que el “noble de época” ofreció recompensa por el Bamba… ¡Vivo o muerto! Las lenguas odiosas de entonces   contaron que el valiente aborigen fue fusilado junto  a sus hijos frente a la mujer que desfalleció en llantos…

Y como cada leyenda tiene su canción, existe una zamba escrita por Walter Ramón Ramírez y poemas de Ataliva Herrera,  que expresan en sus primeros versos: “Ese nombre de Bamba se hizo estrella/ En el joven corazón de la muchacha/ Y fundaron el amor sobre el orgullo/que desprecia el color de cada raza/ Cuando enciende la luna de azucena/los ojos de una niña enamorada/ El verde de los sauces junto al río/ el canto del zorzal por la mañana…

Historias, leyendas, claro que  la provincia de Córdoba tiene las suyas en cada rinconcito.  Y aunque no sea la única, a pocos kilómetros de Villa Carlos Paz, en el Valle de Punilla, la localidad de Estancia Vieja alberga parte de ese amor en un monumento dedicado al valiente Bamba cordobés. Ese conjunto de esculturas  tiene unos diecisiete metros de alto y ocupa un espacio realmente significativo. Allí, sigue viviendo el alma de tan noble personaje,  uno de los tantos, que sobrevuelan el territorio mediterráneo.