A más de tres décadas de los alzamientos de Semana Santa y de 1990
Pasaron treinta y siete años del levantamiento de Semana Santa
Por Rubén Omar Scollo
Fue en la Semana Santa de 1987 cuando los insurrectos le sacaron la ley de Obediencia Debida, que impidió el juzgamiento del cuerpo de oficiales involucrados en la represión dictatorial. También habían logrado la remoción de Héctor Ríos Ereñú como jefe del arma. El nuevo jefe, Dante Caridi, trató de aislar a Rico, lo que derivó en la segunda chirinada que tuvo lugar en Monte Caseros, Corrientes.
Rico declaró en su momento, que la duda es la jactancia de los intelectuales, y que como buen heredero de asturianos y gallegos no pensaba rendirse. Sin embargo, no dudó en izar la bandera blanca al ver que no había un efecto dominó en las principales guarniciones en favor suyo. Así, el eje del liderazgo de aquellos oficiales nacionalistas que se quejaban del ala liberal del Ejército y la responsabilizaban de haberlos librado a su suerte por los crímenes de la dictadura y por la conducción en Malvinas, se corrió hacia otro teniente coronel, que estaba más a la derecha que Rico. El militar luego intendente de San Miguel, había dicho que lo hecho “no pretendió ser un golpe de estado, pero sí, se había operado por una interna del ejército”. El domingo llegaba desde Entre Ríos para finalizar con esa rebelión el general Alais, un hombre corpulento de más del metro noventa, cuya figura fue determinante para la rendición de los insurgentes.
Primero había ocurrido con el gobierno de Raúl Alfonsín (cuyo vicepresidente era el cordobés Víctor Martínez) en ese fatídico 1987. Las mencionadas acciones desestabilizadoras, finalizaban con la frase del entonces mandatario radical: “Felices Pascuas, la casa está en orden”. En una entrevista televisiva, un referente de la UCR como Facundo Suárez Lastra comentó ayer que “Raúl Alfonsín actuó con total celeridad. Fresco estaba el recuerdo del juicio a la Junta Militar y a lo actuado por sus integrantes en épocas del proceso”.
Aunque fue el 3 de diciembre de 1990, cuando la sociedad argentina afrontó el último y más sangriento alzamiento carapintada. Esos días cruentos dejaron un saldo de 14 muertos y marcó el fin de las insurrecciones militares. En la madrugada del lunes 3 de diciembre de 1990, el Teniente Coronel Mohamed Alí Seineldín ( ése, que estaba más a la derecha que Rico) junto a un grupo de soldados, dieron inicio a lo que sería la última asonada militar contra el poder constitucional. Ese día se saldó la interna en el ejército iniciada por el alzamiento de Semana Santa, tres años atrás. Ya por entonces, los militares quedaron definitivamente subordinados a los civiles.
Esa cuarta y última rebelión militar impondría una condena a reclusión perpetua para su líder, Mohamed Alí Seineldín. Luego se dieron una tanda de indultos, con los que Carlos Saúl Menem, liberó a los máximos responsables de la dictadura. La cuestión militar había sido heredada del gobierno de Raúl Alfonsín. Pero antes de todo eso, el líder radical debió sobrellevar el primer alzamiento de quienes serían conocidos como carapintadas.