La historia del sociólogo canadiense que estudió a la sociedad  a través del teatro  

La historia del sociólogo canadiense que estudió a la sociedad  a través del teatro  

Por Rubén Omar Scollo                 

De la abundante producción del sociólogo canadiense Erving Goffman, prevalece esencialmente la originalidad y una intelectualidad, que a diferencia de ciertos autores eruditos leídos por un sector privilegiado, el citado cientista fue y es interpretado por un público diverso. Debiera destacarse de esa vasta cantidad de obras, “las teorías en las cuales se sugerían que las acciones sociales, como los sonidos guturales, lo gestual y el chisme, denotaban el esfuerzo natural para formular identidades”.

Formado inicialmente en química, se involucró luego con la sociología, la antropología social, e incursionó en actividades vinculadas al mundo  del cine (en la National Film Board of Canadá). Claro que su relación con el campo de lo sociológico y antropológico, recién fue desarrollada una vez radicado en la ciudad de Chicago.  Fue denominado el Franz Kafka de nuestros tiempos (apodo surgido del crítico literario neoyorquino Marshall Berman, quien tenía su columna en el prestigioso New York Times), ya que abordó el horror, la angustia y lo absurdo de la vida cotidiana. 

Según aseveraba el propio Goffman: “todos estamos de acuerdo en que nuestro trabajo consiste en estudiar la sociedad. Si se me preguntara porqué y hasta qué punto, yo respondería: porque está ahí”.

Algunos analistas de su época lo comparaban con Woody Allen: “uno y otro – indicaba  el comunicador Wilkin- son profundamente patéticos”. Y es que su especial forma de estudiar, analizar y descifrar el mundo, llevó a Goffman a visualizar la sociología a través de los datos; y quizás, en sus principios demostró una herencia Durkheimiana.

No obstante, a diferencia del citado, pensaba en un “mundo social donde los objetos no se componen de factores objetivos del mundo externo, sino de estos factores vistos desde el interior”.

Goffman identificaba a todo el mundo dentro del individuo. La observación, por sobre una metodología científica, no le restó calidad a su recolección de datos. Pudiera afirmarse que su trabajo se delimita en parte, dentro del campo del interaccionismo simbólico. En su obra “La presentación de la persona en la vida cotidiana” utilizó la dramaturgia relacionada a lo gestual, la impostura, la indumentaria, los movimientos, entre otros aspectos. Y en ellos, la “persona se vinculaba a metáforas teatrales”

La observación de las interacciones entre los individuos fue vital a partir de un profundo trabajo de campo llevado a cabo por el investigador en ciertos lugares del continente americano,

Allí el investigador analizó la representación teatral,  o en cierta forma, la perspectiva de la propia actuación. En ese campo vio lo que el individuo podía hacer y las cosas que no podía  realizar en un  intercambio interactivo. “Las informaciones que “los otros”, a través de la presentación, tratan de obtener acerca de quien  se introduce en un grupo de trabajo, definen de por sí situaciones. El individuo actuará, tal vez, involuntariamente o de forma intencionada. Y “los otros” pudieran ser impresionados por él  dentro de ese ámbito especial de encuentro- afirmaba-.

La primera edición de  “La presentación de la persona en la vida cotidiana”  fue realizada en 1959: “The Presentation of Self Everyday Life”; siendo la misma impresa en idioma inglés. Le siguió la versión en castellano  de1981; y sucesivas reimpresiones en los años 1989; 1994; 1997; 2001, y la última en el 2004. Traducidos al español por Hildegarde B. Torres Perren y Flora Setaro, lo utilizado para el correspondiente análisis fue “cristalizado” por Amorrortu Editores, y consta de 280 páginas (20 x 1 cm.). La última de las tiradas distribuida en nuestro país constó de 1500 ejemplares.

En el libro citado, y a ciencia cierta en su introducción, se alude a la intención intencionada o no, de actuar (valga la expresión) del individuo presentante. “La impresión que se lleven quienes se vinculen a éste, es por demás vinculante y formadora de opiniones futuras. Los símbolos verbales (actividad significante) y lo que emana fluye de él. Esto es lo no verbal, lo teatralizado,  que se supone del tipo involuntario. La persona que se  presenta ante un grupo, tratará de “comunicar” su “supuesta” personalidad mediante una forma de conducta considerada por él, de confianza y de carácter  informativa. Su  forma ligada a lo moral y a lo particular, demandará de los otros, una consideración para ser tomado como alguien que reclama la misma experiencia moral hacia él, atrayéndolos a un campo en el que la valoración acerca suya, sea “vinculante” a  personas de su tipo”- afirmaba Goffman- .

 La vida teatral ,según consideraba el cientista  canadiense “ siempre se interrelaciona -y eso ocurre en demasía en ámbitos variados- con la vida social desarrollada en sitios laborales; en reuniones; en escenarios diversos, y no hace otra cosa que proporcionar una clara, nítida, y traslúcida dimensión, para colocar sobre el tapete un tipo de análisis sociológico formal”.

Al abordar o citar a la palabra impresión -etimológicamente: efecto o altercación que causa en un cuerpo otro extraño; o marca que una cosa deja en otra-; es real el hecho de que  quien se dirige inicialmente a un grupo de individuos hasta entonces desconocidos, desee agradar, cautivar, avasallar (si hay quienes eso pretenden) o dejar imágenes y nociones acerca de su persona, que tal vez perduren.

El trabajo en sí, gira en torno a la manera en que el individuo se presenta y describe sus actividades ante “los otros”. Ahora bien, como objeto de estudio puede afirmarse que Goffman antepuso esa  interacción que se daba  “en la vida social, delimitada en segmentos societarios como: fábricas, establecimientos industriales o comerciales; o simplemente dentro de entornos familiares.

Interesante es admitir y subrayar que su metodología de trabajo estaba focalizada en una perspectiva de la actuación o de la representación teatral.

Desde lo analítico, hizo hincapié en las expresiones verbales, aunque más a fondo, los “observadores”, tomaban en cuenta la comunicación “no verbal”, es decir, lo postural, lo gestual.

Por otra parte, centralizaba sus trabajos a partir de experiencias de campo donde rescataba situaciones de las personas analizadas. “El esfuerzo muscular, la cara de cansancio, la cara de aburrido -según sostenía- expresan momentos. En los cuerpos en presencia se escapan cosas, gestos, y demás situaciones. El cómo se manejan las máscaras y el cómo se construyen en la sociología, siempre fue centro vital de su sentido práctico y a la vez, analítico”- aseguraba-.

 “Las personas en ocasiones -aunque casi siempre- tienen una “máscara” para interactuar ante los otros e inclusive remiten al antiguo teatro ejercido en Grecia, donde las representaciones eran acompañadas con éstas. Esa  puesta de manifiesto para “tal vez falsear datos o hechos con el fin de la venta de ellos mismos es parte de muchos seres humanos –aclaraba Goffman-.

 

Erving puso en juego el teatro como parámetro para medir a la sociedad de entonces, aunque  las sociedades modernas ¿no interaccionan tal lo expresado hace décadas atrás por el científico social canadiense? El mundo mutó, ha cambiado pero en verdad muchas conductas se mantienen inalterables a través del tiempo.